Tienes el despertador puesto a las 3 de la mañana. A veces suena, y a veces el niño releva al despertador de su trabajo y lo hace él mismo. Es un despertar mucho más estresante y asqueroso.
Cuando te despierta el despertador, te despiertas con cara de Zombie vas a la cocina a preparar el biberón y si no tienes cuidado le echas zumo de naranja en vez de agua y sal en vez de leche en polvo. Eso cuando te despiertas tú antes de los llantos del bebé.
Si el bebé comienza a llorar te pondrás a cien e irás a preparar el biberón a toda carrera, porque sabes que tiene hambre y no quieres que llore. Entonces sí que aciertas con el agua y con la leche en polvo, pero con las prisas volarán por los aires y acabará todo en el suelo.
Después de lavarlo, esterilizarlo y preparar otro (ya limpiarás el suelo más tarde) echas la medida de agua que toca y como la boca del biberón no es muy grande caes todo por la encimera. Te acuerdas de todos tus parientes próximos y lejanos y vuelves a intentarlo, y por fin consigues prepararlo. Pero el biberón está frío, y no querrás que tu peque se quede helado. Toca calentar el biberón. Existen diversas técnicas. Al baño María, en el microondas, en el calienta-biberones… Yo me decanto por el calienta-biberones. No me gustan los microondas y no es plan de llamar a la tal María para que se bañe y caliente el biberón a las tres de la mañana. La pega del calienta-biberones es que es algo lento. Pero mientras se calienta el biberón si el bebé no llora puedes limpiar el suelo que has manchado antes.
Cuando se apaga la luz del calienta-biberones te echas un poco en la mano, y en ese momento, mientras pegas un grito de dolor por la quemadura, te das cuenta de por que es necesario hacer eso y no es ninguna tontería.
Enfrías el biberón debajo del grifo con tan mala suerte que se te abre el biberón, se te derrama todo, y vuelta a empezar.
Tras repetir toda la historia OTRA VEZ, consigues tener un biberón con la temperatura justa y al final bien hecho. Vas a ver al niño y el pobre se durmió por aburrimiento. Le despiertas y le das el biberón. Se lo come todo porque entre pitos y flautas, biberones en el suelo y biberones abiertos llevas tres cuartos de hora de retraso. Luego toca que el niño eche el erupto. Cuando crees que está todo acabado el niño te vomita encima, y tienes que cambiarle la ropa y cambiártela tú. Por fin, después de todo eso, de limpiar el suelo y de limpiar el biberón te puedes ir a la cama a seguir durmiendo. Pero piensa que sobre todo al principio, los biberones son cada cuatro horas, así que puedes dormir un par de horitas y vuelta a empezar.
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