Hace 30 o 40 años, si querías ver una serie o una película, tenía que ser en el único canal de televisión que había, hasta que comenzó a emitir la segunda, y como no podías grabarla porque no existía el vídeo ni el dvd, o la veías en el acto o te quedabas sin verla. Y no había reposiciones, porque a cierta hora dejaban de emitir y no había programación ni por la noche, ni por la mañana, excepto los sábados y domingos.
Y lo mejor era que como el mundo tenía que ver el mismo canal, al día siguiente todo el mundo comentaba la misma serie o la misma película.
Eso de estar localizable a todas horas con el móvil tampoco era posible y podías desaparecer y que nadie te encontrase sin tener que inventarte la tan manida disculpa de que te habías quedado sin batería en el móvil.
Los viajes por carretera se convertían en una odisea, las averías de los coches eran frecuentes y el tener que llamar a la grúa se convertía en un calvario (porque no había móviles).
En los supermercados (que digo... en las tiendas de ultramarinos) las cajeras (la tendera) debían teclear el precio en el teclado o escribir la nota en un papel, (no había lectores de códigos de barras) y las equivocaciones eran frecuentes. Además el teclado, cuando lo había, era analógico y las teclas no eran tan suaves ni tan rápidas como las digitales.
La mayor parte de los inventos que ahora nos hacen la vida más fácil han traido como consecuencia que nos hagamos vagos. Hoy por hoy no tratamos de recordar los números y las citas, ya lo hace la agenda por nosotros. No hacemos cuentas, que las haga la calculadora o la hoja de cálculo. No tenemos que ser previsores a la hora de disponer de efectivo, porque hay cajeros en todas partes, y si no siempre puedes pagar con tarjeta.
No hay que preguntar si te pierdes, porque el navegador hace que no te pierdas, tanto que te acostumbras a no mirar las indicaciones de salidas en las autopistas, y si no tienes encendido el navegador te las pasas.
Es sorprendente como esos inventos nos han cambiado la vida.
1 comentarios hay:
Se te olvidan los electrodomésticos muchos de ellos muy útiles como el lavavajillas o la lavadora que te permiten dedicarte a tareas más interesantes y enriquecedoras mientras los cacharros o la ropa se lavan solos.
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