Hablaba antes de lo duro que es ser bebé. No le va a la zaga en cuanto a padecimientos a la propietaria del cuerpo que el bebé ocupa. A mi me recuerda mucho a la película “Alien”, si no fuera porque el bebé habitualmente sale por donde debe y porque algunos no escupen… menos mal.
Antes de nada hay que distinguir a los tipos de mamá que existen. En cuanto a la concepción se dividen en dos tipos: Aquellas que buscan el embarazo, con la posibilidad de pasar un buen rato, y aquellas que buscan la posibilidad de un buen rato, y encuentran el embarazo.
Sean del tipo que sean, llega la falta del periodo. Unas (las que buscaban al bebé) mirarán el test de embarazo con esperanza. Y las que no lo buscaban también, pero con esperanza de que no salga la maldita línea.
Luego, y sin darte cuenta, los planes… el contarlo a la familia y amigos… y los vómitos mañaneros. Aquellos pedazo de vómitos que no respetan nada, y que hace que la pobre mujer sea capaz de mapear el retrete con los ojos cerrados de tanto mirarlo.
Las hormonas del embarazo producen un extraño efecto en las madres. Todo lo que a una persona normal le parece normal, a ellas les hace llorar, o les pone tiernas. Eso explica la cara que se les queda con la primera ecografía, porque ya me direis que por una faba a la que no le puedes ver la cara ni se le distingue nada, la cara de tonta que se les queda a la madre. Esto de las hormonas debe ser contagioso, porque la cara de pánfilo que se le queda al padre supera, si cabe, a la de la madre.
Todo eso por algo tan canijo…¡¡¡Que esa cosa tan canija provoque este peazo barriga, los vómitos, los ardores de estómago y los antojos…!!! Los antojos demuestran que esa “faba” aunque aun no tenga forma ni sexo ni nada tiene un poder controlador mental, y es capaz de controlar los deseos de la madre. Eso explica que algunas les de por comer pepinillos, pero no uno ni dos… un bote de litro entero.
Y llega el tercer trimestre, aquel del ardor de estómago, del sueño contínuo, de no poder levantarse sola del sofá si no hay alguien que le ayude y de las clases de preparación al parto, aquellas clases en las que se enseña a la madre a respirar, y a superar el parto con la ayuda del padre, ese padre que en cuanto ve la sangre se desmaya y acaba en una cama perdiéndose el maravilloso milagro de la vida.
El parto… la salida del inquilino que se apalancó sin pedir permiso. Ese montón de horas sin dormir y con dolores horribles. Ese sacar un melón por el hueco de un limón. Menos mal que la naturaleza es sabia, y al final, sin saber como, el niño sale.
Y entonces se acabó lo bueno… y empiezan los verdaderos problemas.
Pero de esos hablaremos otro día.
Antes de nada hay que distinguir a los tipos de mamá que existen. En cuanto a la concepción se dividen en dos tipos: Aquellas que buscan el embarazo, con la posibilidad de pasar un buen rato, y aquellas que buscan la posibilidad de un buen rato, y encuentran el embarazo.
Sean del tipo que sean, llega la falta del periodo. Unas (las que buscaban al bebé) mirarán el test de embarazo con esperanza. Y las que no lo buscaban también, pero con esperanza de que no salga la maldita línea.
Luego, y sin darte cuenta, los planes… el contarlo a la familia y amigos… y los vómitos mañaneros. Aquellos pedazo de vómitos que no respetan nada, y que hace que la pobre mujer sea capaz de mapear el retrete con los ojos cerrados de tanto mirarlo.
Las hormonas del embarazo producen un extraño efecto en las madres. Todo lo que a una persona normal le parece normal, a ellas les hace llorar, o les pone tiernas. Eso explica la cara que se les queda con la primera ecografía, porque ya me direis que por una faba a la que no le puedes ver la cara ni se le distingue nada, la cara de tonta que se les queda a la madre. Esto de las hormonas debe ser contagioso, porque la cara de pánfilo que se le queda al padre supera, si cabe, a la de la madre.
Todo eso por algo tan canijo…¡¡¡Que esa cosa tan canija provoque este peazo barriga, los vómitos, los ardores de estómago y los antojos…!!! Los antojos demuestran que esa “faba” aunque aun no tenga forma ni sexo ni nada tiene un poder controlador mental, y es capaz de controlar los deseos de la madre. Eso explica que algunas les de por comer pepinillos, pero no uno ni dos… un bote de litro entero.
Y llega el tercer trimestre, aquel del ardor de estómago, del sueño contínuo, de no poder levantarse sola del sofá si no hay alguien que le ayude y de las clases de preparación al parto, aquellas clases en las que se enseña a la madre a respirar, y a superar el parto con la ayuda del padre, ese padre que en cuanto ve la sangre se desmaya y acaba en una cama perdiéndose el maravilloso milagro de la vida.
El parto… la salida del inquilino que se apalancó sin pedir permiso. Ese montón de horas sin dormir y con dolores horribles. Ese sacar un melón por el hueco de un limón. Menos mal que la naturaleza es sabia, y al final, sin saber como, el niño sale.
Y entonces se acabó lo bueno… y empiezan los verdaderos problemas.
Pero de esos hablaremos otro día.
2 comentarios hay:
Publicado: 03 Sep 2007 10:53 pm
Muy bueno, pero sigue superándolo el del bebé. Por cierto, se hace más ameno leerlo con el cambio de letra
Publicado: 03 Sep 2007 11:11 pm
dios mio q de pepinillos, vaya mal,jeje
Publicar un comentario